lunes, 16 de noviembre de 2015

EL DÍA EN QUE DEJÉ DE CORRER

Andén del Metro, 8 de la mañana, frío invernal, no llego al trabajo... Escaleras de salida. Esquivo a la gente para no llegar tarde. Llego y pienso: ¡No he parado de correr desde que sonó el despertador! Y así cada día. En ese momento todo era mi enemigo. Las responsabilidades me mataban. Y hubo un día que, sin ninguna razón, salía de esa misma estación de Metro con la respiración entrecortada y maldiciendo a las personas que -según mi percepción- se ponían en MI (supuesto) camino y no me dejaban pasar. Y de repente ocurrió... Me paré. Me paré en seco.

Ese día todo empezó a cambiar para mí. Me daba exactamente igual si llegaba tarde, yo era ahora lo primero. Y digo 'empezó' porque ha sido un largo recorrido hasta lograr lo que tanto se dice pero poco se practica, es decir, la auténtica calidad de vida. No sólo se trata de poner el despertador un poco más pronto para no ir corriendo (que también) sino en darle la vuelta al sentido vital que tristemente llevamos impreso por el día a día de nuestra sociedad. Consiste en dejar hablar al universo, que nos grita pero no le oímos con el ajetreo que nos inunda. El truco no es otro que centrarse, organizarse, y luego dejarse llevar...

Hablo de adaptar la vida a ti, y no al revés, dentro de lo posible. Buscar el ritmo diario que te hace feliz e incluso más productivo. Sé que much@s al leer esto pensarán que es imposible no estar estresado con la casa, el trabajo, la familia, las preocupaciones añadidas... Pero yo me atrevo a decir que sí porque, desde el día en que dejé de correr, lo he ido aprendiendo. Insisto en que no es labor de un día, ni de un mes, ni de tan siquiera un año. Las circunstancias también han de acompañar aunque sea mínimamente. Pero una vez estás en ello, y avanzas en la dirección correcta, siguiendo tu camino y evitando a quienes te quieren desviar de él, poniendo ilusión y con las palpitaciones relajadas, sin nervios, todo fluye. De hecho, parece que el universo entero sepa que por fin estás "en silencio" y él puede hablar, y se puede observar como ese universo conspira para ayudarte (ahora sí) a poner todas las piezas en su sitio. Y de repente ves como todo va saliendo bien. ¡POR FIN NO HAY UN SOLO TENTÁCULO DEL PULPO QUE FALLE!


Y entonces comienzas ver caUsalidades, no casuAlidades, y ves respuestas clarísimas a tus peticiones. El reloj ya está en marcha. Todo pasa por algo. Los engranajes de la máquina no chirrían, porque ya les has puesto el aceite indicado y en la cantidad necesaria. Es ahí cuando debes ser firme y crear tu nueva vida con lo que quieres de verdad, el ritmo del día a día con el que tu energía se siente plenamente satisfecha. Y lo demás viene... y lo percibes en cosas sencillas, deseos que te vienen a la cabeza y de repente se te presentan como en bandeja. Siguen pasando cosas negativas en tu vida, pero ya no son MALAS, no te hundes en ellas, sino que tienen solución, y si la buscas llega rápido. Pero se ha de mantener la calma para que todo ello pueda surgir. Es la base, la auténtica base.

La prioridad ahora eres tú, sí, aunque suene egoísta. Suéltate de esas cadenas. Si uno mismo no está bien, no puede estar bien con los demás ni la coyuntura del entorno se coordinará con tu vida. 



El día en que dejé de correr sólo fue un primer paso. Ahora lo veo todo claro, y lo veo en su máximo esplendor. Y esas causalidades que he mencionado antes... qué decir sin que creáis que hablo de esoterismo... Me refiero a perder algo y de repente encontrar algo que lo sustituye y encima ¡es mejor! O simplemente buscar algo sin haber dejado nada atrás. Y cuando hablo de "algo" puede ser cualquier cosa: un trabajo, un objeto, una persona, una situación, una cantidad de dinero... hasta un capricho. Es un regalo del universo por haber encontrado tu verdadero camino. Sin más. Y el día a día continúa, y tú sigues con tus objetivos porque ya le has dado la vuelta a la tortilla para hacerte la vida más fácil, y disfrutar de una auténtica calidad de vida para ti. Con una agenda organizada para dedicarle a cada cosa su justo tiempo. Y no hay que olvidar que para obtener este gran regalo hay que ser valiente y arriesgarse, pero sin miedos y con serenidad. Dejar atrás lo que sencillamente no va contigo, e ir directamente a lo que te interesa y te hace tener esa maravillosa sensación de plenitud. Yo ahora que la tengo, espero que dure mucho tiempo, toda la eternidad, esté yo aquí o no, y para que así sea seguiré haciendo mi auténtico papel en este teatro de Matrix en el que vivimos. Hay que cambiar el hecho de estar estresado por estar organizado y sentirse realizado. Y con una mente abierta y relajada, lo que es fundamental para experimentar con conciencia cada momento, sea cual sea. Para que las responsabilidades no te maten, sino que te resuciten del aletargamiento donde has estado imbuido años y años. Ah! y por qué no, también poner el despertador un poquito antes, porque todo ayuda, pero yo en mi caso ya no cojo el metro. PREFIERO EL AUTOBÚS y, si se puede, TAXI, así de claro. Las prioridades son las prioridades, y en ese sentido mando yo ;-)

Sed Felices

Patricia Giménez